Enseñanzas - Jesús

La paz esté con ustedes y cómo llegamos a Dios a través de Jesús.

Agradezco a nuestro Padre la oportunidad, de poder transmitir este mensaje, a ustedes, hermanos y hermanas.  El mensaje que traigo el día de hoy.

Pedro, en una de las reuniones me preguntó: “maestro, ¿por qué cuándo llegas nos dices, la paz esté con ustedes?”.

Y yo le dije: “Pedro, la paz es una emanación de Dios, y la paz es todo lo contrario a la violencia, a la agresividad.   Cuando yo te digo, la paz esté contigo, esa paz que está emanando de mí, y es Dios, llega a ti, y despierta en ti, el querer vivir en paz”.

Y Pedro me dijo: “maestro, ¿cómo la paz, va a despertar en mí?”.

Y le dije: “la esencia de Dios, está en ti y al estar la esencia de Dios en ti, la paz también está en ti, si yo irradió amor a ti, el amor que también está en mí, se despierta y comienza la manifestación de esa energía, que emana de nuestro Padre y que por la misma ley de la afinidad, despierta en ti, el mismo sentimiento.  De tal manera, que te he enseñado Pedro y a ustedes hermanos, que el amor es el camino, que te permite liberarte de tus errores.   Sin embargo, no puede existir el amor sin la paz, en consecuencia, cuando me escuchan al llegar, la paz esté con ustedes, es porque ustedes deben hacer lo mismo.   En este mundo, donde vemos que el hombre guerrea, y ve a sus hermanos como enemigos, debe haber, dentro de la transformación de cada cual, el mirar la realidad, ya que emanamos de una fuente que es perfecta.   Por eso les digo, sean perfectos, como perfecto es el Padre.   Sin embargo, no vivirán con amor, si primero no entienden que la paz, que está también en nosotros, debe manifestarse.   En consecuencia, Pedro, tú estabas en conflicto con tu cuñado, ¿cómo entonces amar si no dejas tú de enfrentarte a tu cuñado?.   Para que la paz reine, entonces, han de pedirle a Dios que ésta, sea una forma de vida para ustedes, porque el que pide recibe.   Yo oraré por ustedes, para que la paz y el amor, se manifiesten y vivan así, para que vuestros hermanos y hermanas, viendo el cambio de ustedes, quieran también lo mismo que ustedes reciben”.

Y Mateo me dijo: “maestro, ¿y si tú no pidieras por nosotros?”.

Y le dije: “Mateo, si no pidiera por ustedes, no recibirían de mi Padre.   Y tú has llegado a mí, porque mi Padre los ha enviado y lo que le llega a ustedes, es lo que mi Padre les da.   De tal manera, que nadie llega a él, sino es a través de mí”.

Entonces, me dijo Juan: “maestro, ¿puedes explicarme porque no podemos llegar al Padre, sino es por ti?”.

Y le dije: “Juan, en un futuro, también llegarán al Padre, a través de ti.   Más esto será, cuando el espíritu santo, llegue sobre ustedes.    Es el pecado Juan, que no permite que lleguen directamente al Padre, más estoy aquí, es porque estoy libre de pecado.   Y eso me convierte en un puente, entre nuestro Padre y vosotros”.

 Y me dijo Bernabé: “maestro, te bendigo, quiero decirte que es eso lo que yo siento, porque cada vez que pronunció tu nombre, siento la presencia de Dios conmigo.   Sin embargo, cuando rezo y no pronunció tu nombre, siento que Dios no me escucha”.

Y le dije: “Bernabé, cuándo tu pronuncias mi nombre, yo estoy contigo, aunque no me veas, estoy frente a ti, escuchándote y oro por ti.   Y cuando le pides a Dios, yo pido contigo.   Y cuando ves que el milagro ha ocurrido, yo le agradezco a Dios, porque le he pedido y él ha concedido.   Sé, que quien sana es él, porque nada puedo hacer yo por mi mismo, es mi Padre, quien lo hace”.

Y me dijo Pedro: “maestro, te bendigo, tú eres la luz del mundo, gracias Dios mío, que has enviado a tu hijo amado, está aquí mi señor y Dios está contigo”.

Y yo le dije: “Pedro, se acerca el momento, en que tú también serás como yo”.

Y Pedro me dijo: “maestro, ¿cómo puedo ser como tú, si soy un pecador?”.

Y le dije: “no te olvides Pedro, que si Dios te perdona, el pecado ya no existe.   No has visto, como aquel ciego de nacimiento, cuándo le dije, ¿qué quieres de Dios?, y me dijo, quiero ver, me dirigí a Dios y le dije, ‘Padre, devuélvele la vista, perdona sus pecados, derrama tu infinita misericordia en él, porque solo tú puedes modificar su destino’.   Y cuando puse mis manos en él, Dios le devolvió la vista, habiendo él, nacido ciego”.

 Y Pedro me dijo: “maestro, gracias.   Que ignorantes somos nosotros, gracias a Dios, que te ha enviado a la tierra”.

Esto ocurrió y nuestro Padre ha querido, que ustedes sepan la verdad.

Amén.